Una de las ventajas de la agricultura vertical es la posibilidad de obtener un mayor rendimiento de los cultivos con mucha menos tierra, lo que, en definitiva, significa que se puede producir más con menos.
Esto también aporta un beneficio medioambiental, dado que, al utilizar menos cantidad de tierra, la cosecha requiere menos recursos, se emplean menos máquinas y se alteran menos la tierra, las plantas y los animales que viven en ella.
Además, gracias a que los cultivos se encuentran en interior, las condiciones meteorológicas tienen una incidencia mucho menor en la cosecha, lo que se traduce en un mayor rendimiento general y una calidad más homogénea.
Por sí solo, esto significa que los cultivos se pueden plantar, cultivar y cosechar 365 días al año, debido a que se trata de un entorno controlado y a la independencia con respecto a las estaciones y las condiciones meteorológicas.
En una primera prueba de granja vertical para un proyecto en Escocia se logró cultivar plantones de árboles seis veces más rápido de lo habitual en un entorno exterior tradicional.