Hay todo tipo de sensores y entre los más conocidos por sus funciones destacan los sensores de posicionamiento, los sensores ópticos, los sensores de corriente y los sensores de presión. Hay sensores que miden la intensidad de la luz y otros que sirven como sensor de humedad, pues las funcionalidades de los sensores son muy variadas.
La función clave que comparten todos los sensores es la conversión: los sensores (o detectores) detectan y miden cantidades u objetos físicos, que pueden ser tan diversos como un código de identificación electrónica en una etiqueta diseñada expresamente que se denomina chip RFID (RFID significa "identificación por radiofrecuencia"), la cantidad de calor que hay en un objeto, un líquido o una persona, el movimiento de un objeto, una persona o un animal dentro de un campo visual supervisado electrónicamente, o el tipo de aceleración que experimenta un objeto, como caída libre o rotación.
Por ejemplo, es posible integrar un tipo de sensor de movimiento en la maquinaria industrial y conectarlo mediante un cabe a un interruptor de seguridad. Ello permite realizar un apagado seguro en caso de que el detector señale al interruptor la existencia de un movimiento mecánico anómalo que podría causar daños en el equipo si se deja que continúe o entrañar peligro para los seres humanos cercanos.
Este es un ejemplo de conversión de una medición en una señal de entrada para otro dispositivo no humano, pero muchos sensores convierten las mediciones en escalas o imágenes destinadas a la visión humana.
Por ejemplo, un termómetro de mercurio es un tipo de sensor de temperatura generalizado que convierte la expansión o contracción de un pequeño bulbo de mercurio en una escala legible (Celsius o Fahrenheit): cuando el mercurio se expande o se contrae, asciende o desciende dentro de un estrecho filamento hueco en el interior del vidrio, que por fuera tiene una escala de temperatura calibrada.
Dentro de los intervalos de temperatura para cuya medición está diseñado, el termómetro de mercurio presenta una importante característica imprescindible en todos los sensores: la linealidad. Eso significa que los cambios físicos experimentados por el material detector del sensor (mercurio en este caso) son directamente proporcionales a los cambios que se producen en el objeto, la fuerza, el movimiento o la radiación que se mide.
Otro tipo de sensor es el termopar, que responde análogamente a los cambios de temperatura de una manera lineal; en este caso, generando en la tensión de salida cambios proporcionales a los cambios térmicos. Para garantizar la precisión, los sensores se calibran minuciosamente en conformidad con escalas establecidas, probadas y verificadas.
En una civilización tan inmersa en los medios electrónicos, los sensores desempeñan un papel crucial para garantizar el funcionamiento correcto de un sinfín de máquinas, aparatos, vehículos y procesos de fabricación. La mayoría de las personas no son conscientes de la presencia de sensores en muchos objetos que dan por sentado, como el acelerómetro, que garantiza en todo momento la orientación correcta de lo que vemos en un teléfono móvil o una tablet aunque se mueva o gire el dispositivo, ni de que los sensores contribuyen al funcionamiento seguro de los automóviles y los aviones.
Entre otras muchas aplicaciones, están omnipresentes en los equipos médicos, en ingeniería aeroespacial, en innumerables procesos de fabricación y en robótica.