El panorama industrial de cualquier país ha cambiado por completo en el transcurso de la última generación. La mecanización dio paso a robots, que se han vuelto cada vez más autónomos. Los dispositivos inteligentes y los sensores conectados, que están integrados en los sistemas de control, implican que las instalaciones que antes requerían decenas de trabajadores, ahora son administradas perfectamente por una persona en un centro de control.
Sin embargo, cuando se trata de Mantenimiento, Reparación y Operaciones (MRO), gran parte de lo que ocurre hoy día habría sido familiar para cualquiera que trabajara en el campo hace 10 o 20 años, o incluso hace más tiempo. Algo deja de funcionar, se llama a un ingeniero para que arregle las cosas, identifican el problema, obtienen las piezas relevantes y vuelven a encarrilar todo.
Por supuesto, hay un movimiento hacia un mantenimiento predictivo más dinámico. Pero hasta ahora no hemos visto una revolución en el pensamiento de las organizaciones. Ha sido una respuesta más constante e iterativa.
Y hay una buena razón para ello. Las plantas y equipos más antiguos tienden, por su propia naturaleza, a requerir mantenimiento. Las piezas fallan, no hay forma de evitarlo. Y es mucho menos probable que los equipos más antiguos estén equipados con sensores: el Internet de las Cosas (IOT) aún no se había puesto de moda cuando se estaba construyendo una gran cantidad de maquinaria que todavía está en uso.
Si bien muchos en los negocios hablan de la Industria 4.0, el concepto aún está un tanto en su infancia en los círculos de MRO. Pero lo que estamos viendo es la expansión del Internet Industrial de las Cosas (IIoT) y un creciente nivel de interés en la tecnología que permite una mejor percepción general de la efectividad de los equipos. Un ejemplo es IO-Link, que permite extraer información del estado de sensores tontos (o no inteligentes) existentes.